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Este día te hablaremos acerca de una de las asesinas seriales más perturbadoras de México: Cristina Soledad Sánchez Esquivel, mejor conocida como “La Matataxistas”. Conoceremos cómo una mujer con una apariencia común y discreta terminó sumergida en una espiral de venganza y muerte, asesinando brutalmente a conductores de taxi. Veremos cuál fue su origen, las heridas que marcaron su vida, el perfil psicológico que trazaron los expertos, su despiadado modus operandi y el eco que dejó su caso en la sociedad mexicana.
Cristina Soledad se caracterizaba por ser una mujer callada, de trato distante, reservada incluso con su familia. Tenía una expresión dura, casi inexpresiva, y una rutina monótona. Sin embargo, bajo esa fachada discreta habitaba una mente trastornada por la sed de venganza.
¿Cómo es que una mujer sin historial criminal ni conexiones con el narcotráfico se convirtió en una de las pocas asesinas seriales del país? Esta es la historia de Cristina Soledad Sánchez, la mujer que transformó el dolor en odio, y el odio en una serie de crímenes despiadados que sembraron el miedo en las calles. Acompáñame a descubrir los pasos de esta asesina marcada por el rencor.
De víctima invisible a asesina letal
Cristina Soledad Sánchez Esquivel nació en Nuevo León. Los detalles sobre su infancia son escasos, pero algunas fuentes indican que desde joven tuvo una personalidad retraída y antisocial. No tenía muchos amigos y pasaba gran parte del tiempo en casa. Las versiones más sólidas de su historia afirman que fue víctima de una violación cometida por un taxista, un hecho traumático que nunca denunció oficialmente, pero que habría dejado una profunda huella emocional.
Tras aquel suceso, Cristina comenzó a desarrollar un odio visceral hacia los hombres, especialmente hacia aquellos que trabajaban como taxistas. La idea de la venganza no fue inmediata, pero con el tiempo se convirtió en una obsesión que terminó por dominar su vida entera. Según los criminólogos que estudiaron su caso, fue construyendo lentamente un perfil de sus futuras víctimas: taxistas, hombres, vulnerables y delgados.
Nadie sospechaba que esa misma mujer había comenzado a planear asesinatos meticulosos, uno tras otro, como parte de una misión personal que ella consideraba “justicia”.
La cacería
Los asesinatos comenzaron a reportarse entre 2010 y 2011. Cristina abordaba taxis en avenidas transitadas, y luego pedía ser llevada a zonas poco iluminadas o solitarias.
Una vez en el lugar elegido, sacaba un cuchillo de cocina y apuñalaba con fuerza a sus víctimas. Algunas veces las atacaba por la espalda, otras directamente al cuello. Según los peritajes forenses, los ataques mostraban una furia descontrolada: múltiples heridas, en zonas vitales, sin intención de robo. De hecho, el dinero, celulares y pertenencias personales eran dejados intactos. No había móvil económico. No había mensaje. Solo muerte.
Los investigadores comenzaron a notar similitudes entre los casos: todos los taxistas fueron abordados por una mujer con ciertas características físicas, todos murieron por heridas punzocortantes, y en todos los casos no hubo robo. Poco a poco, la prensa empezó a hablar de una posible asesina serial. Nació entonces el apodo: “La Matataxistas”.
El asesinato que reveló la verdad
El asesinato que la delató ocurrió en marzo de 2011, cuando un taxista fue hallado sin vida en una zona boscosa. Esta vez, gracias a cámaras de seguridad y testigos, las autoridades lograron identificar a la mujer que abordó el vehículo. La policía rastreó su paradero y Cristina fue detenida en su domicilio, donde vivía con sus padres.
Durante el interrogatorio, confesó con frialdad los asesinatos. No mostró culpa. No derramó una sola lágrima. En su mente, estaba haciendo justicia por lo que había vivido.
La noticia causó revuelo en todo el país. Una mujer asesina. Con un patrón bien definido. La opinión pública se dividió entre quienes la veían como un monstruo y quienes —sin justificar sus crímenes— señalaban que fue el abandono institucional y el silencio social lo que la llevó a actuar de esa manera.
Perfil psicológico y condena
Los especialistas que evaluaron a Cristina determinaron que sufría un trastorno de personalidad antisocial y episodios disociativos. Tenía una profunda misandria, es decir, un odio extremo hacia los hombres.
En el juicio, no hubo muchos alegatos de defensa. Las pruebas eran contundentes: su rostro había sido captado, sus huellas coincidían con las de las escenas del crimen y las confesiones de quienes la ayudaban a realizar los asesinatos coincidían a la perfección para señalarla como la mente maestra de sus atroces delitos.
Fue condenada a pasar casi 200 años tras las rejas.
Hoy se encuentra recluida en un penal de alta seguridad, buscando encontrar la manera de que su pena sea reducida de nueva cuenta. Esto a pesar de que incluso se ha visto envuelta en peleas con otras reclusas.
Un eco de miedo y preguntas sin respuesta
La historia de Cristina Soledad Sánchez, “La Matataxistas”, es uno de los casos más inquietantes del crimen serial en México. No solo por el perfil de la asesina, sino por las preguntas que deja en el aire: ¿Cuántas veces ignoramos los traumas de las víctimas hasta que se convierten en victimarios? ¿Cuántas veces la justicia llega demasiado tarde?
Su caso sigue siendo estudiado por criminólogos, psicólogos forenses y periodistas, como uno de los pocos ejemplos de asesinas seriales con móvil de venganza pura en el país. Un recordatorio de que el horror puede ocultarse bajo cualquier rostro, incluso el más común.